9. El espacio en el texto dramático

De acuerdo con Jansen, puede “establecerse […] un paralelo entre las funciones, básicas, del narrador en la novela y del espacio en el teatro en cuanto ambos constituyen el “punto de acceso” al universo de las respectivas obras”,[1] pues la condición que un personaje debe cumplir para tener existencia “dramática”, es decir, figurar en la lista de los dramatis personae, es estar en el espacio escénico, independientemente de la jerarquía que tenga o de que hable o no; y, así como los personajes, cualquier otro elemento (acciones, objetos, palabras, sonidos, etc.) del universo ficticio: sólo será dramático si está dentro del espacio.[2] En este sentido deben entenderse las unidades de tiempo y de lugar planteadas por Aristóteles, pues ambos deben estar directamente relacionados con la acción.

García Barrientos distingue tres planos en el espacio teatral: el diegético o argumental, el escénico y el dramático; el primero se refiere al conjunto de lugares que intervienen o aparecen en el argumento en cualquier forma, el segundo, al espacio real donde se lleva a cabo la representación, es decir, el escenario; por último, el espacio dramático a la relación entre el espacio diegético y el escénico, es decir, el cómo llevar a la realidad el espacio que aparece en palabras en el texto, pero de esto hablaremos más adelante.

 

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[1] Jansen (1984:259), citado por García Barrientos, J. L. (2012). Cómo se comenta una obra de teatro. (p.144) México: Paso de gato.

[2] Cfr. op. cit. p. 145.

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